Había una vez
miércoles, enero 08, 2014
Había una vez, una niña que tenía una vida normal; o al menos lo suficiente corriente como para sobrevivir.
Tenía amigos, familia, una mascota, y se había enamorado.
Sí, es que ya no era tan niña, poco a poco, se había convertido en una linda señorita.
Ese amor, para su pena, no era correspondido. Y poco a poco, a medida que crecía, su corazón se fue quebrando, y así, la esperanza de encontrar el verdadero amor, aquel correspondido, aquel que es eterno.
A medida que crecía, se hizo fuerte, y creó una pequeña armadura al rededor de su corazón, que se volvió amargo, triste y moribundo.
Pero con el paso del tiempo, comprendió el real sentido del amor: a un corazón no se le puede obligar a amar a nadie. Así que perdonó, se realizó, y comenzó a amarse a sí misma, entendiendo que no era amada por estar defectuosa, si no, porque simplemente no era la persona adecuada de quien ella se había enamorado.
Comenzó a sentirte bien, libre y feliz. La gente le decía que proyectaba luz, que inspiraba alegría, que daba gusto estar con ella. Pero eso fue sólo durante unos meses, porque de repente, un joven muchacho, con una sonrisa en la cara y algo de timidéz, se acercó a ella con amistad, pero terminaron enamorándose.
Eso sí que era amor de verdad, no todo el sufrimiento que había vivido antes.
Comenzaron a salir, y derrepente, ambos habían rosado sus labios por primera vez en la vida. Todo era maravilloso, sentían su corazón borracho de felicidad. Se amaban tanto, que derrepente, notaron que habían pasado un par de años, y las cosas se habían dado con total naturalidad y sigilo, con amor, con cariño, con cuidado.
Ambos habían crecido bastante ya, ahora eran jóvenes universitarios, que lidiaban con una vida algo complicada a sus espaldas, pero sabían dedicar lo suficiente a cada cosa.
Pero cuando acababa el año, o estaban llenos de trabajo y estudios, comenzaban a tener pequeños problemas y discusiones, que si bien no eran complejas, al comenzar a sumarse, los cansaba demasiado.
Se amaban, eso estaba claro. Entonces ¿ qué pasaba ?
A la jovencita le daba terror ver que su felicidad y la de su amado, terminada igual de mal que tantas otras que había visto a lo largo de su vida. Se había prometido no hacer sufrir a nadie, y si lo estaba hiriendo tanto, quizás (ella pensaba con dolor y llanto), quizás... quizás -no se atrevía a decirlo-.
Un día, una discusión fue más triste que las anteriores, y con el pecho abrumado, finalmente le dijo él, que quizás lo mejor era darse un tiempo, hasta estar más calmados. Él estalló en lágrimas, y ella igual; ella no quería, pero pensaba que era lo más sano, y el, reflejo que un pedazo de su alma se había quebrado con esas palabras.
Al final, no pasó nada, siguieron caminando de la mano, sonriéndose mutuamente, amándose igual. Pero ahora era diferente. Ella temía que realmente lo había dañado, que se sentía traicionado, que pensara que no lo quería lo suficiente.
Y el tiempo pasó, y los días seguían, y en un instante estaban muy felices, y al siguiente muy mal.
Ella se sentía quebrada. El igual.
El futuro no se veía prometedor, pero los milagros ocurren, cuando uno menos lo espera.
Algo, dentro de su corazón, le indicó lo que de verdad valía la pena. Y era, como él le dijo una vez, que tenían tantas cosas buenas al estar juntos, que sería horrible fijarse sólo en las pequeñas cosas malas.
Y entonces, como una luz, se dio cuenta que todo lo difícil, todo aquello que realmente valía la pena, era parte de un largo camino pedregoso, y el amor, la virtud, la vida, estaba en la superación de cada una de esas pruebas.
Y entonces, optó por sanarse de poco a poco a ella misma, y una vez curada, comenzar a curar el corazón de su amado.
El futuro de esta pequeñita joven, se veía bastante prometedor, tomada siempre de la mano cariñosa dde su amado, cambió su futuro y no volvió jamas a temerle al amor.
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