Un par de calcetines
miércoles, mayo 18, 2016Hoy, por algún motivo, razón y/o rara circunstancia, me puse unas calcetas del colegio.
Las mismas bucaneras que hacían que mis pantorrillas no se vieran tan delgadas.
Recuerdo que ponermelas era como un ritual, primero arriba, luego bajarlas y doblarlas, y con los zapatos ya puestos, comprobar que una no estuviera más alta que la otra.
Hoy, solo van bajo mis pantalones. Sin embargo, de forma natural, he realido el ritual al menos hasta la mitad.
Han pasado cuatro años desde que no uso unas como tal. Con mi uniforme planchado y el jumper descocido en los bordes de la falda. Pero es tan inevitable.
Unas simples calcetas me recuerdan tantas cosas. Las caídas en el metro, las ida al parque, las motitas de pasto pegadas en ella de vuelta a clases, mis zapatos fucsias pintados negros, mis calcetines esparramados en su casa mientraa echaba a su tío, la forma en que todo parecía más nuevo, excitante e indescriptiblemente hermoso cuando sus manos estaban entre ellas y el jumper.
Tambien recuerdo la zona prohibida: todo bajo ellas era un mar de bellos y entre ellas y la falda, lo más suave posible.
Recuerdo cuando era más pequeña, y papá pasaba a buscarme en auto al liceo. Mis pies en invierno completamente congelados. Prendía el aire acondicionado y ponía mis pies en la rejilla hasta que secaban. El vapor salía desde mis calcetines, y papá decía que me resfriaría.
Tambien, cuando una de esas feas modas, nos hacía dejarnos los calcetines en educación física, y mientras jugaba volley me gritaran cosas por el portón del liceo.
Los incómodos cambios se ropa en camarines, y la eterna calceta guacha.
Lo mucho que me incomodaba la mirada del profesor de inglés cuando veía que en vez de zapatos, usaba mis converse negras para no llevar las zapatillas de educacióm física en la mochila.
Y lo alternativa que interiormente me sentía, al usarlas.
Las veces en que luego del lavado, en vez de mis calcetines (iguales pero diferentes) llegaban los azules del trabajo de mi padre.
O esa hermosa vez, en que guarde todo mi uniforme y lo lleve a su casa para sorprenderlo, y como nunca antes (desde que estábamos juntos) pudieramos tomarnos las manos con nuestra insignía puesta.
Son muchos recuerdos en unos simples calcetines. Y todos ellos, me hacen algo más feliz.
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