Hoy, por algún motivo, razón y/o rara circunstancia, me puse unas calcetas del colegio.
Las mismas bucaneras que hacían que mis pantorrillas no se vieran tan delgadas.
Recuerdo que ponermelas era como un ritual, primero arriba, luego bajarlas y doblarlas, y con los zapatos ya puestos, comprobar que una no estuviera más alta que la otra.
Hoy, solo van bajo mis pantalones. Sin embargo, de forma natural, he realido el ritual al menos hasta la mitad.
Han pasado cuatro años desde que no uso unas como tal. Con mi uniforme planchado y el jumper descocido en los bordes de la falda. Pero es tan inevitable.
Unas simples calcetas me recuerdan tantas cosas. Las caídas en el metro, las ida al parque, las motitas de pasto pegadas en ella de vuelta a clases, mis zapatos fucsias pintados negros, mis calcetines esparramados en su casa mientraa echaba a su tío, la forma en que todo parecía más nuevo, excitante e indescriptiblemente hermoso cuando sus manos estaban entre ellas y el jumper.
Tambien recuerdo la zona prohibida: todo bajo ellas era un mar de bellos y entre ellas y la falda, lo más suave posible.
Recuerdo cuando era más pequeña, y papá pasaba a buscarme en auto al liceo. Mis pies en invierno completamente congelados. Prendía el aire acondicionado y ponía mis pies en la rejilla hasta que secaban. El vapor salía desde mis calcetines, y papá decía que me resfriaría.
Tambien, cuando una de esas feas modas, nos hacía dejarnos los calcetines en educación física, y mientras jugaba volley me gritaran cosas por el portón del liceo.
Los incómodos cambios se ropa en camarines, y la eterna calceta guacha.
Lo mucho que me incomodaba la mirada del profesor de inglés cuando veía que en vez de zapatos, usaba mis converse negras para no llevar las zapatillas de educacióm física en la mochila.
Y lo alternativa que interiormente me sentía, al usarlas.
Las veces en que luego del lavado, en vez de mis calcetines (iguales pero diferentes) llegaban los azules del trabajo de mi padre.
O esa hermosa vez, en que guarde todo mi uniforme y lo lleve a su casa para sorprenderlo, y como nunca antes (desde que estábamos juntos) pudieramos tomarnos las manos con nuestra insignía puesta.
Son muchos recuerdos en unos simples calcetines. Y todos ellos, me hacen algo más feliz.
Las mismas bucaneras que hacían que mis pantorrillas no se vieran tan delgadas.
Recuerdo que ponermelas era como un ritual, primero arriba, luego bajarlas y doblarlas, y con los zapatos ya puestos, comprobar que una no estuviera más alta que la otra.
Hoy, solo van bajo mis pantalones. Sin embargo, de forma natural, he realido el ritual al menos hasta la mitad.
Han pasado cuatro años desde que no uso unas como tal. Con mi uniforme planchado y el jumper descocido en los bordes de la falda. Pero es tan inevitable.
Unas simples calcetas me recuerdan tantas cosas. Las caídas en el metro, las ida al parque, las motitas de pasto pegadas en ella de vuelta a clases, mis zapatos fucsias pintados negros, mis calcetines esparramados en su casa mientraa echaba a su tío, la forma en que todo parecía más nuevo, excitante e indescriptiblemente hermoso cuando sus manos estaban entre ellas y el jumper.
Tambien recuerdo la zona prohibida: todo bajo ellas era un mar de bellos y entre ellas y la falda, lo más suave posible.
Recuerdo cuando era más pequeña, y papá pasaba a buscarme en auto al liceo. Mis pies en invierno completamente congelados. Prendía el aire acondicionado y ponía mis pies en la rejilla hasta que secaban. El vapor salía desde mis calcetines, y papá decía que me resfriaría.
Tambien, cuando una de esas feas modas, nos hacía dejarnos los calcetines en educación física, y mientras jugaba volley me gritaran cosas por el portón del liceo.
Los incómodos cambios se ropa en camarines, y la eterna calceta guacha.
Lo mucho que me incomodaba la mirada del profesor de inglés cuando veía que en vez de zapatos, usaba mis converse negras para no llevar las zapatillas de educacióm física en la mochila.
Y lo alternativa que interiormente me sentía, al usarlas.
Las veces en que luego del lavado, en vez de mis calcetines (iguales pero diferentes) llegaban los azules del trabajo de mi padre.
O esa hermosa vez, en que guarde todo mi uniforme y lo lleve a su casa para sorprenderlo, y como nunca antes (desde que estábamos juntos) pudieramos tomarnos las manos con nuestra insignía puesta.
Son muchos recuerdos en unos simples calcetines. Y todos ellos, me hacen algo más feliz.
Estoy un poco molida, desecha, perdida
Ayer por la mañana sentí que necesitaba un amig@
Por la tarde, me di cuenta de que tenía unos nuevos
Creí entender al fin, que hay amigos para cada cosa
Y que nunca he encontrado el que me entienda tanto
Pensaba en el metro, que debía respetar más a mis padres
Me di cuenta de que todo mal y bien me ha hecho persona
Entendí que a veces soy bocona y mal hablada
Que me quejo y angustio, pero me quedo igual
Precisamente eso ya no quiero ser más
Eso y otras cosas que entendí en mi caminar
Entender que hay personas que salieron de mi vida
Otras entrarán y otras se irán
Que mis papás jamás dejarán de pelear
Y que mi mamá nunca ha sido ni será feliz
Hay personas que no me entienden y ni yo a veces lo hago
Respeto que las diferencias nos hagan lejanos
Nadie tiene porqué ser perfecto para otra persona
Si de hecho, la palabra "perfecto" es inaplicable
Yo pienso que por algo pasan las cosas
Y sí que me arrepiento cuando pasó algo malo por mi culpa
Siempre he pensado en lo valioso de una máquina del tiempo
Pero si me dan a elegir, entiendo que el tiempo nos hace quienes somos
El otro día hablaba con mis padres sobre sentirse reencarnado
Mi papá admitió haber pensado que era un alma vieja
Mi mamá, algo como sentir que algún daño debe haber hecho
Y yo, suergirme en recuerdos de nubes blancas y rosadas
Admitir, que jamás me he sentido un alma antes usada
En todos lados, todos quienes me conocen y han conocido
Quienes me han amado, querido o solo hablado
Me han dicho que mi sensibilidad se nota
Mucho tiempo, y a veces aún creo que eso es malo
Como mis dientes chuecos y careados
Luego personas me dicen que es una virtud si sé usarlo
Mi juicio al conocer las personas, mi don con los animales
Mi empatía y mis ganas de ser diferente tanto yo como el mundo
Pero hay personas que siento, no lo soportan
Que les averguenza, y prefieren dejarme sola
No sé si eso esté bien o mal
Yo no soy la persona más ni menos tolerante del mundo
A veces hablo mucho, y de más.
A veces tengo tanto miedo en las mañana que no quiero levantarme
He pensado en mi muerte de muchas formas diferentes, con detalle y con gente
Sólo me detiene el miedo de creer que la mente quizá si es poderosa
He pensado infinidad de veces que el mundo no será más ni menos malo sin mi
Que seguirá rodando, contaminado y con gente más neurótica
Pero si hay personas que me quieren tanto como dicen
Yo no soy nadie para quitarles un poco menos de pesar, mejor dicho, dárselos
Pienso que a pesar de todo lo que pienso, soy una persona mala
Quizá no tan mala como el asesino, pero si mala como buena es la gente
Creo un día que me merezco el universo, y el siguiente, siquiera la existencia
Me valoro lo suficiente como para que alguien me diga algo, y mi valor se esfume
Como para permitirme llorar, y sabotear mis sueños
Todo eso, no puede ser algo bueno
y todos, no podemos ser iguales