Cuando entonces te amé
domingo, noviembre 16, 2014Cuándo tus labios me besaron tímidamente, un septiembre primaveral del 2011, yo tiritaba.
Cuándo cerré los ojos, y sentí por primera vez, la pureza del roce de labios ajenos, yo volaba.
Cuándo te alejaste, miedoso, esperando mi reacción, sentí que moría.
Cuándo me dí cuenta de lo que había pasado... mi primer beso, tú primer beso, yo tiritaba otra vez.
Cuándo me miraste, con tus ojos llenos de esperanza, sentí que vivía.
Cuándo te dije, ¿Tú me quieres? Puse mi vida en manos del destino, y tú decisión... nunca vi tan cerca la muerte...
Cuándo me diste, inmediatamente un "Sí", por respuesta, me di cuenta de que no estaba respirando.
Y te pedí, con el temor de mi corazón inexperto, ir más lento, aunque no sabía si íbamos rápido o no.
Cuándo todo eso había pasado, yo volví a tiritar. Me ibas a dejar, y quería darte la mano... pero ¿eso significaba ir rápido? Todo era confuso, y tú no dejabas de sonreír. Creí que iba a desmayarme...
Después de todos esos "cuando", empezamos a salir, y el acuerdo fue tácito. No hubo un "¿Quieres ser mi novia?" No era necesario. Me amabas, & yo te amaba ¿Para qué más?
Entonces, cuando querías besarme, yo comenzaba a tiritar... No sabía hacerlo, nunca lo había hecho. ¿Y si no te gustaba? Yo ponía mi pelo entre nuestros rostros, e intentaba ocultarme. Tú me abrazabas con ternura, nunca te burlaste... Yo tenía miedo
de perderte.
Entonces, un día, sentados en un parque, con mi cuerpo temblando, y caricias en el cabello. Te acercaste... de una forma tan dulce, tan feliz, tan necesitada de un beso. Tú nariz chocó con la mía, un beso esquimal, lo más dulce, lo más tierno, lo más hermoso. Y mi cabello, aún hacía una cortina entre mis ojos y el mundo. Pero mi corazón no pudo resistir más, siempre quise besarte, el problema era que no quería hacerlo mal... Y entre esos pensamientos, tímidamente, nos besamos, por primera vez. Lentamente, suavemente. Mi corazón latía, tan veloz, y mi respiración se cortaba... Recuerdo que quise quitar mi cabello de entre nosotros, y tú dijiste: "No... déjalo". Y la dicha me invadió, y no tuve más miedo, sólo una enorme sensación de bienestar, de seguridad, en tus brazos, los de nadie más...
Entonces, cuando nos amamos, no dejamos de hacerlo nunca más...
0 comentarios