Contaba innumerables veces para dejar de llorar: - 1,2,3 respira...ya terminará...  - y pensaba, pensaba como había pasado todo de forma tan repentina; y una vez que las lagrimas se detenían, volvía a recordar el motivo que desbordo aquel río penoso...  como una llave, volvían a caer, y yo volvía a contar hasta tres, para dejar de llorar.
Y fue así, todo el maldito día, un incesante conteo para hayar tranquilidad, una tranquilidad que no duraba mas de dos minutos... un dolor se iba cosiendo fuertemente en el pecho, junto con el temor, el miedo a no hayar solución y tirar todo por la borda... algo tan absurdo, es capaz, en segundos, de destruir almas... Era cierto, siempre he pensado que las lagrimas son pedazos de alma, puros, complejos sentimientos que no hayan cabida en ti... Ya no eran solo las mías, en algún lugar, otro cuerpo perdía aquellos pedazos que se habían hecho producto de la felicidad y el amor... ¿si yo eliminaba los míos, el también los suyos? Quizás, ¿quien puede asegurarlo?
¿Que podemos hacer una vez que el dolor pierde su apogeo y el perdón habita nuevamente? ¿Desde donde recogeré esas piezas perdidas, lagrimas evaporadas que dejaron un hueco dentro de mi... dentro de el? ¿Costará demasiado caro, volver a formar aquellas costras que permitan reencontrar esa felicidad que nos invadía? O ¿simplemente debo confiar, en que el tiempo es  realmente quien nos sanará...?